Si hubo una obra que causó sensación en el madrileño Salón de Otoño de 1929, esta fue sin duda Un mundo, de la joven y desconocida pintora Ángeles Santos. Un monumental lienzo de 3 x 3 metros, realizado en Valladolid, por una artista que desconocía de primera mano lo que se estaba realizando en Europa en esos momentos. Esta obra fascinó a la intelectualidad del momento. Ramón Gómez de la Serna le dedicaría estas palabras: “En el Salón de Otoño, que es como submarino del Retiro, náufrago de hojas y barro, ha surgido una revelación: la de una niña de diez y siete años. Ángeles Santos, que aparece como Santa Teresa de la pintura, oyendo palomas y estrellas que le dictan el tacto que han de tener sus pinceles”.
Santos realiza una obra sorprendente, original y moderna construida a partir de referencias obtenidas tanto de su entorno inmediato como de revistas y publicaciones de vanguardia. La más importante de ellas fue el libro Realismo mágico, post expresionismo de Franz Roh que, traducido al castellano en 1927, le permitió conocer, al menos en fotografía, la obra de artistas como Joan Miró y los miembros de la denominada nueva objetividad alemana con los que Un mundo tiene mucho en común.
Esta pintura de gran formato, realizada en 1929 por una jovencísima Ángeles Santos, causó fuerte impresión entre los círculos intelectuales y vanguardistas del momento. En las imágenes con luz visible se observa la pincelada, la forma en que la composición queda resuelta y cómo la artista construye las pequeñas figuras que pueblan su mundo.
La macrofotografía posibilita rastrear las capas de óleo de mínimo espesor que, en el caso de Santos, juegan con la textura y la transparencia de la tela.
Al mismo tiempo, con estas imágenes de gran aumento se puede hacer un recorrido por la multitud de personajes, escenas y detalles que habitan la obra.
La luz lateral resalta la textura de la pintura y la tela, y con ella se lleva a cabo el estudio minucioso de algunos problemas de conservación del soporte y de la capa pictórica, como son grietas y pérdidas de adherencia.
La imagen con luz ultravioleta es muy reveladora en Un mundo, pues se consigue identificar hasta dónde llegó la intervención que la propia artista llevó a cabo en el año 1987. Dicha intervención resalta en un tono morado oscuro y podría cuantificarse en más de un 40% de la superficie total de la obra.
No obstante, tal y como se constata en este estudio, se distinguen dos intenciones diferentes en la restauración de la obra. Por un lado, la zona de la tierra y las figuras circundantes fue reintegrada con pequeños toques, lo que mostraría un afán por parte de Santos de respetar la pintura que ella misma realizó 58 años atrás. Por otro, el área sobre la que flota “el mundo” fue intervenida de una forma mucho más decidida, con grandes pinceladas, quizás con la intención de dar intensidad al azul que rodea el orbe.
El estudio comparativo entre las imágenes en rango infrarrojo y las de luz visible desvela trazos ocultos, dibujos subyacentes que pertenecen al año 1929.
Gracias a él se ven figuras abocetadas que no salieron a la superficie de este mundo personal de Ángeles Santos. En concreto, sucede en la zona de la playa y en la del río, donde se descubre un personaje en canoa que fue cubierto por la propia artista en una fase posterior.
Bajo la luz infrarroja, aparecen además las líneas de fuga que realizó la artista con el propósito de encajar la figura geométrica del aeroplano, situado en la parte superior derecha del mundo.
Por último, es interesante apreciar cómo la cabeza de la figura que porta un instrumento musical, situada en la esquina inferior derecha, tuvo unas ondas de pelo al gusto de la época que después fueron cubiertas, con lo que la artista consigue transmitir un carácter mucho más irreal.