Durante el siglo XIX y hasta la Guerra Civil, los cafés se consolidaron como instituciones fundamentales en la vida cultural de Madrid y de otras ciudades españolas por las tertulias que en ellos se realizaban. El más importante de todos fue el Café y botillería de Pombo, un antiguo establecimiento de la calle Carretas de Madrid, junto a la Puerta del Sol. A partir de 1915 fue la sede de una de las tertulias literarias más conocidas, organizada los sábados por el novelista Ramón Gómez de la Serna y frecuentada por prácticamente toda la vanguardia española.
Existe constancia de su intensa actividad gracias a los numerosos artículos y publicaciones del propio Gómez de la Serna, como Pombo (1918) o La sagrada cripta de Pombo (1924), pero es el lienzo que realizó José Gutiérrez Solana en 1920 el que conforma la imagen, sin duda, más icónica de estas tertulias. En él aparecen representados algunos de los más destacados intelectuales que asistieron a las mismas: Gómez de la Serna —de pie, en el centro de la escena— junto al propio Solana, Manuel Abril, Mauricio Bacarisse, Tomás Borrás, José Bergamín, José Cabrero, Pedro Emilio Coll y Salvador Bartolozzi.
La macrofotografía revela cómo Solana trabaja los fondos sumando capas que, en ocasiones, han sido raspadas con la espátula antes de añadir la siguiente. Esta forma de pintar, que combina intensos contrastes de materia y color con fuertes empastes y sombras muy grasas aplicadas con abundancia de aglutinante, es característica de la técnica de Solana.
Por otra parte, este estudio posibilita explorar con precisión las alteraciones y daños sufridos por la obra, dejando un registro minucioso sobre el estado de conservación en el que se encuentra. En este caso se distinguen con nitidez los craquelados, visibles sobre todo en las zonas negras.
Bajo la luz ultravioleta, lo primero que llama la atención en la pintura de Solana es la capa de barniz: de fluorescencia azul-verdosa, parece extendida de forma irregular. Sin embargo, al comparar esta imagen con la tomada con luz visible, se comprueba cómo, en esta última, el acabado brillante del barniz es bastante uniforme. Este contraste entre ambas fotografías responde al uso que Solana hace de diferentes aglutinantes, aceites y barnices -en distintas proporciones y con diferentes modos de aplicación- según el objeto que está pintando.
Así, los trajes, los vasos, las carnaciones o la superficie del espejo del fondo dan distintas respuestas fluorescentes, ya que están pintadas con mezclas desiguales de aglutinantes y pigmentos. Aunque se repite por todo el lienzo, es de especial interés observar este fenómeno ampliando los paños del traje de Gómez de la Serna, representado de pie en el centro de la composición con una pluma en su bolsillo, en comparación con su rostro o la botella entre sus manos.
Otra de las posibilidades que ofrece esta técnica es desvelar antiguas restauraciones, ya que estas se distinguen de la pintura original por no presentar fluorescencia y mostrarse en otro color. Un ejemplo de esto se muestra en la esquina superior derecha, donde las reintegraciones cromáticas se ven rojizas, o en la oreja de Mauricio Bacarisse, retratado justo a la derecha de Gómez de la Serna.
En los lienzos de José Gutiérrez Solana, el extraordinario grosor de las capas de óleo es tal que la radiación infrarroja, a pesar de tener una mayor longitud de onda que la luz visible y la ultravioleta, no tiene capacidad de penetración en ellas.
Aun así, esta técnica aporta importantes datos sobre la forma de trabajar del artista. Por ejemplo, se advierte alrededor de la cabeza de José Cabrero, situado a la izquierda de Gómez de la Serna, unos trazos que no se corresponden con la imagen visible, sino con una composición subyacente. Será necesario acudir a la imagen radiográfica para comprobar de qué se trata.
La radiografía desvela la existencia una pintura de carácter religioso oculta bajo las figuras del Café de Pombo. Por tanto, indica que Solana reutilizó un lienzo sobre el que ya había pintado, en formato vertical, una escena de altar. Dada la alta definición del registro radiográfico de algunos de sus elementos, cabe pensar que descartó la obra en un estado bastante avanzado.
En el centro se aprecia un altar cubierto con un paño que cae por sus lados, sobre él reposan tres candelabros y varios objetos de culto -quizás el cáliz, la patena y el copón- junto a dos cabezas que, por la expresión doliente de una de ellas, podrían ser bustos relicarios de mártires.
Al fondo se intuye un retablo con una figura en el centro, quizás una virgen. Delante del altar hay una figura arrodillada apoyada en una de sus manos y cubierta por ropajes religiosos.