Salvador Dalí
Autorretrato cubista

El inicio de la década de 1920 fue una época de ensayo para el joven Salvador Dalí. Antes del comienzo de su etapa surrealista en 1927, el artista experimentaba simultáneamente con los diferentes estilos predominantes en el momento, el cubismo y el realismo, tomados de publicaciones como la revista italiana Valori Plastici y la francesa L’Esprit Nouveau. De sus obras realistas destaca la serie de retratos que realiza entre Figueres y Cadaqués a sus familiares, pero en especial a su hermana Anna Maria. Ella será la protagonista en seis de las diecisiete pinturas que Dalí mostró en su primera exposición individual en las Galeries Dalmau de Barcelona, en 1925.
En Figura en una finestra [Figura en una ventana], una composición equilibrada, clasicista y mediterránea, deudora de Ingres y de Picasso, Dalí retrata a su hermana, de espaldas, contemplando por una ventana un paisaje de la bahía de Cadaqués. Un paisaje que recuerda, en su quietud y horizontalidad, e incluso en su posición, al que aparece representado en el Tránsito de la Virgen de Mantegna, obra que el artista había observado en el Museo del Prado y que también utilizaría —aunque en este otro caso limitándose a las nubes— en el retrato que le hizo a Luis Buñuel.
Dalí pintó esta paradigmática obra utilizando un cartón sólido como soporte, que otorga a la pintura un aspecto liso y suave.
El detalle aumentado de las esquinas muestra con facilidad la exfoliación de las fibras del cartón, un deterioro común en este tipo de soportes, ocultos bajo el marco.
A través de la macrofotografía es posible comprobar cómo el artista aplicó las distintas capas de pintura sobre el cartón, prescindiendo de la preparación. Esto es evidente tanto en el perímetro de la obra como en las áreas de color, que dejan entrever el tono marrón del soporte.
Como es habitual en Dalí, la línea cobra una gran importancia en la composición. Al navegar en profundidad por este óleo, se perciben con claridad todos los trazos negros sobre las masas de color, que acentúan el sentido dibujístico del cuadro.
La luz lateral resalta la textura de la pintura, lo que posibilita recorrer con la mirada las limpias y cuidadosas pinceladas aplicadas por Dalí.
Asimismo, bajo esta luz emergen las irregularidades y daños en la obra. Se aprecia un craquelado en la capa pictórica localizado en la espalda de Anna Maria, modelo y hermana del autor, y se ven pequeñas pérdidas de color entre los cuarteados cuanto más se acerca el zoom.
El examen visual bajo luz ultravioleta facilita distinguir las pequeñas zonas que han sufrido intervenciones de restauración en el pasado. Los puntos de color violáceo oscuro corresponden con antiguas reintegraciones, que disimulan daños o pérdidas en la pintura original. Resaltan las reintegraciones en el cielo que se ve a través de la ventana, en la pared y en el perímetro de la obra. Al acercar la imagen para obtener un mayor detalle, se diferencia con perfección el color añadido de la pintura original.
Esta herramienta es esencial para descubrir dibujos preparatorios no perceptibles a simple vista.
En este caso, si se aumenta la imagen a la altura del suelo de baldosas en la esquina inferior derecha, los infrarrojos desvelan lo que podría ser una cuadrícula para ajustar la composición. Estas retículas de carboncillo que segmentan el fondo son un sistema habitual de encajado previo que se encuentra con frecuencia en otras obras de Salvador Dalí.