Pablo Picasso, de quien Joan Miró aseguró a su muerte que fue un hombre fascinante, es un referente artístico del pintor catalán desde el principio de su carrera, que inició con una particular revisión de la figuración cubista, hasta los últimos años cuando ambos cultivaron una amistad fraternal y asidua. Picasso admiró también la obra del artista barcelonés que era doce años más joven y, como recordó André Breton, fue el interés por su pintura lo que le aproximó al surrealismo. Ambos participaron en el Pabellón Español de la Exposición Internacional de París de 1937 realizando dos grandes pinturas murales en defensa del régimen legítimo de la República, Guernica de Picasso, y la desaparecida El segador (Paysan catalan en révolte) de Miró, convirtiéndose, a partir de los años cincuenta, en dos referentes para los artistas españoles que vivían bajo la dictadura.
Tras un proceso de ejecución dilatado en el tiempo, Joan Miró dio por finalizado este lienzo de gran tamaño el día de la muerte de su amigo, incluyendo en el reverso un subtítulo en catalán, el idioma en el que ambos conversaban. Femme, oiseau, étoile (Homenatge a Pablo Picasso) [Mujer, pájaro, estrella (Homenaje a Picasso), 1966-1973] es una pintura en la que las referencias a la figuración son evidentes y aparecen de manera nítida en la forma delineada sobre fondo blanco, en la que sobresale el contraste de los planos de color, que actúan como componente autónomo y no mimético en la obra. La composición se centra en las tres figuras esenciales de la simbología mironiana: la mujer, que alude al vínculo del ser humano con las raíces de la tierra, junto al pájaro y la estrella, que simbolizan la atracción poética y espiritual, y que se representan a ambos lados de la figura central.
Se define, además, por la fuerza del fondo blanco, que trata con toda la riqueza y complejidad que le permite la cualidad de la materia y la destreza de su ejecución. Sobre este luminoso fondo emerge la gran figura femenina, de formas tan amplias como las de la escultura neolítica, construida como un gigantesco collage de colores planos. Como señaló William Rubin refiriéndose a Femme aux trois cheveux encerclés d’oiseaux dans la nuit (1972), con la que forma pareja, seguía la paleta de color de los tradicionales silbadores mallorquines o Siurells. El contraste entre los signos lineales de la estrella, el cabello y el tocado, frente a las formas llenas, coloridas y planas de la mujer y el pájaro posado en ella, configurando un personaje híbrido, caracteriza esta gran composición emblemática de la obra final de Miró y de la Colección del Museo.
Con la macrofotografía con luz visible se aprecia la riqueza técnica de Joan Miró a través de un recorrido por las diferentes partes de Femme, oiseau, étoile (Homenatge a Pablo Picasso). En primer lugar, es posible distinguir dos fases en el proceso creativo del artista: una inicial en la que traza los contornos negros y otra posterior en la que trabaja los campos de color. Esta distinción resulta posible porque, al ampliar la figura central, las capas de color se superponen a las líneas negras en muchos puntos. De la misma forma, se pueden comprobar las diferentes densidades de las capas de color: la zona verde central, donde se transparenta el fondo y destaca la impronta del pincel, es, por ejemplo, menos densa que las áreas rojas.
En el fondo de la pintura, el artista juega con los diferentes tonos de blanco. Sobre la preparación, ligeramente amarillenta y que deja a la vista en múltiples ocasiones, superpone enérgicos trazos, esta vez de matiz más azulado.
Conforme se aumenta la imagen, la macrofotografía desvela los múltiples poros producidos durante el secado de la capa de preparación y que se han transferido a las capas de pintura, tal y como se advierte de forma especial en el rojo y el naranja.
Asimismo, se revela la retícula de craquelados que afecta a gran parte de la superficie pictórica. Es interesante analizar los blancos de la zona inferior derecha del lienzo, donde algunas microfisuras están cubiertas de pintura, también blanca en este caso. Cabe pensar que esta intervención del artista sobre su propia obra corresponde con la segunda fecha que escribió en el reverso de la obra: 1973.
Algunos colores, dependiendo de su naturaleza y composición, se muestran con distinto tono y opacidad al ser expuestos a la luz ultravioleta. Es el caso del rojo, que bajo luz ultravioleta parece negro-violáceo, y el naranja, que se torna marrón. Además, a través de esta técnica, se ve con mayor definición la huella de las pinceladas en colores como el verde, el azul o el amarillo.
En particular, es interesante el examen del fondo blanco bajo luz ultravioleta y su comparación con la fotografía con luz visible. Debido a la respuesta de los diferentes materiales, es posible distinguir la capa de preparación en tono verdoso fluorescente y los enérgicos trazos de pintura en tono azul-violáceo. Este contraste proporciona una valiosa información sobre cómo el artista ha conseguido la vibración del fondo blanco.
En la parte central de la figura, la fotografía infrarroja posibilita examinar elementos ocultos bajo la pintura, como las largas líneas verticales de chorreado y algunos trazos en forma de X.
De la misma manera, al atravesar las capas se definen con claridad aquellas que se superponen al contorno negro inicial, como se observa en los dos campos rojos del brazo que sostiene el pájaro.